Busco un lugar que no existe, cuando miro hacia atrás ya no encuentro lo que un día dejé. Situaciones, personas, cosas, afectos, todo cambia, todo se transmuta, todo desaparece o se transforma. Las circunstancias son tan imprevisibles, no sabemos dónde estaremos mañana y ni siquiera si estaremos. La añoranza es algo que me invade de tanto en tanto, añoro lo que tuve (afectos y presencias) y ahora cuando miro por la ventana veo un paisaje frío, helado, apagado como la vida que me rodea, como todo lo que ahora representa mi entorno.
Puedo pasar horas mirando por la ventana, capturando el momento en que un ave se posa sobre una rama o cuando una gota se congela sobre el tubo de la ventana.Y quizá si hubiera decidido diferente, tiempo atrás, estaría a lo mejor mirando la vida desde otra perspectiva, que ahora por conocer el futuro, sé que sería peor. De allí que digan que lo que pasa es porque nos conviene, lo que pasa y lo que decidimos, sin embargo, hay cosas que nos pasan que no dependen de nosotros sino de los que nos rodean, como cuando nos asaltan, matan, roban, nuestra vida no está sólo en nuestras decisiones sino en la de los demás y en su estabilidad mental, también.
Al final somos como una presa de caza en medio de la jungla. Saber defendernos y escondernos de los depredadores cuando sea necesario, siempre es útil.
Saber decidir correctamente es imperativo, pero lo difícil es saber y estar seguros de que la decisión tomada es la correcta.
A veces siento que somos como peones en un tablero de ajedrez, creemos que nos movemos solos, pero pareciera que hay manos invisibles que nos mueven, manos que no vemos y que desde otros planos o universos se divierten viéndonos evolucionar o involucionar con nuestros aciertos o desaciertos.